Por: Diego Fernando Díaz Osorio
Contador Público
Desde el inicio de la humanidad, la tierra ha sufrido un indiscriminado aprovechamiento de recursos, sin tener en cuenta que muchos de ellos no son renovables; con el pasar del tiempo el agotamiento de las fuentes hídricas, especies vegetales y arbóreas, y además de la extinción de algunas especies animales. Es por eso que expertos alrededor de todo el mundo se han enfocado en buscar soluciones que ayuden a mitigar el daño, ya que es imposible frenarlo a un cero absoluto.
Hablar sobre buenas prácticas medioambientales y sistemas de aseo de ciudad, se ha convertido en pan de cada día en muchas sociedades. El aumento de la población y de la industria se relaciona directamente con el incremento en los residuos solidos que año a año se generan en el mundo. Es obligación de los gobiernos implementar políticas y procesos que incentiven a los ciudadanos llevar a cabo en los hogares, lugares de trabajo y sitios públicos planes para reciclar, y para hacer uso racional de recursos como el agua y la energía eléctrica.
Tomemos como ejemplo el cambio que tuvo que asumir la ciudad de Oslo en Noruega para dar solución a las problemáticas de recolección y disposición final de los residuos; al inicio del nuevo milenio entraron en un proceso de concientización y recompensa para los ciudadanos que clasificaron las basuras en tres tipos de bolsas: verde, blanca y roja; cada color identificó las características de los residuos, esto ayudó a darle manejo especifico a cada uno, incluso algunos de ellos fueron usados como materia prima para las industrias o fueron usados para generar energía y calefacción. En consecuencia se minimizó el impacto ambiental y la huella de carbono en esta ciudad.
Desde una realidad más cercana, no se puede ocultar la situación actual por la que está pasando la ciudad de Bogotá, capital de Colombia, con su relleno sanitario, que ya cumplió su ciclo de vida útil, al alcanzar su nivel de saturación, por lo que se ha convertido en foco de insectos, infecciones y malos olores. Oslo debe ser referencia para Colombia; se debe contemplar que las basuras no sólo son desechos con destino a un relleno sanitario, estas brindan la posibilidad de producir energía y gas, también pueden reciclarse, tanto es así que según un artículo de la revista Dinero en 2009: “el reciclaje mueve anualmente $354.000 millones”… “es la fuente de empleo de 300.000 familias en Colombia”…“el reciclaje representa el 50% de la materia prima que se utiliza en la producción industrial”, gran parte de estas cifras son consecuencia del eslabón menos valorado de la cadena, hablamos de los recicladores, que son considerados un mecanismo útil, pero que no debe ser recompensado apropiadamente.
En Colombia existe escasa cultura de reciclaje, uso racional del agua y de la energía; son pocos los ciudadanos que piensa en un futuro verde. Que digno sería vivir en un país con mejor desarrollo económico, social y ambiental, donde los índices de emisiones de gases sean bajos, con políticas que motiven el uso del transporte público y de la bicicleta, con fuentes renovables de energía, cuidado de ecosistemas y grandes zonas verdes, siendo estas últimas normalmente consideradas como zonas de relajación y esparcimiento, sin embargo, estas proveen de un pulmón a las zonas urbanas.
Colombia es uno de los países con mayor biodiversidad de flora, fauna, paisajes, pisos térmicos, etc. Cuenta con símbolos naturales como el parque Tayrona, la sierra nevada del Cocuy y los bellos paisajes de los Santanderes, hoy amenazada por la minería legal e ilegal, la ganadería extensiva, los monocultivos, el calentamiento global y la tala indiscriminada de los bosques que al fin y al cabo solo representan una fuente de insumo para la elaboración de papel.
La juventud está llamada a trabajar e innovar en proyectos y prácticas que disminuyan el impacto ambiental de nuestras acciones diarias, se trata de un compromiso que se debe adquirir si se quiere tener un futuro. Es hora de cambiar el chip, de crear conciencia y de tomar acciones, pues será ese el legado para generaciones futuras. Piensa verde!