Por: Andrea Porras
Consultora en Emprendieminto
Corporación MAVI

“Escribir bien es pensar claramente. Por eso es tan difícil”  David McCullough

Escribir es la forma más compleja de pensamiento. Nos demanda organizar las ideas y poder transmitirlas a otros seres humanos, con esquemas de pensamiento distintos. Escribir bien es una habilidad, que nos llevará sin duda a tener éxito en la presentación de nuestros proyectos académicos y de negocios. ¿Cuántas oportunidades al día se pierden porque un texto no logró captar la atención de un lector exigente? Ya sea que tengamos el reto de escribir una propuesta de investigación para la aplicación de una beca, una tesis, un artículo académico, un proyecto para una licitación o una propuesta de ventas; la buena redacción, seguramente nos ayudará a abrir más puertas de las que pensamos.

En mi experiencia como académica, he podido ser testigo de muchas dificultades de escritura entre estudiantes de pregrado, postgrado y profesionales (incluyéndome). Lo anterior, me ha motivado a estar en constante búsqueda de estrategias para aprender a escribir mejor; y analizar cuidadosamente cada recomendación que recibía de mis tutores. Con el tiempo, he podido recolectar una serie de consejos de escritura; y estoy gustosa de poder compartir, a continuación, algunos tips:

1. Pensar en el lector. Así podremos utilizar un lenguaje y estilo apropiado en cada caso.

2. Buscar que el texto tenga un hilo conductor. Aunque parezca idílico, aquello de sentarse y escribir lo que la inspiración produzca, debemos ser cuidadosos en que el resultado de ese ejercicio, no sea un texto que carezca de orden.

3. Detenerse a pensar bien para poder escribir mejor. El proceso de escritura tiene cuatro etapas: investigación, planeación, redacción y revisión. Durante la investigación, recolectamos la información necesaria para el texto. Esto nos ayudará a iniciar un proceso creativo que aterrice en la segunda etapa: la planeación. Como buena administradora, uno de los momentos que más disfruto es planear. Crear una estructura del texto, tan detallada como se quiera. En la planeación, nos detenemos a pensar en el orden en que organizaremos las ideas, el sentido de cada párrafo y el sentido del texto como un todo. Posteriormente, empezamos la redacción. En particular, mantengo la estructura a la mano para asegurarme que no pierda de vista el objetivo. Sin embargo, no se trata de una estructura fija, sino una guía que también nos permita ser flexible. Por último, revisamos el texto. Atención a los detalles, la ortografía y los signos de puntuación. En ciertos casos, nosotros no logramos ser los mejores editores de nuestros trabajos, por eso es recomendable pedir una segunda opinión cuando se trate de textos importantes.

4. No dar puntada sin dedal. Cada frase debe tener una función.

5. Ser conscientes de que en general una oración guarda una idea; y que un párrafo es el conjunto de oraciones con una idea en común. En ocasiones, nos vemos tentados a pegar ideas distintas usando comas; lo cual nos da como resultado un texto con oraciones difíciles de leer. Evitemos tener oraciones con ideas diferentes en un solo párrafo. La primera oración de un párrafo, puede ser un enunciado o afirmación y las siguientes oraciones, argumentos de soporte. Cuando abordemos otra idea, comenzamos otro párrafo.

Por último, cuando recibamos recomendaciones o críticas sobre la forma en que hemos escrito trabajos e informes, tener en cuenta que esos comentarios sirven para pulir nuestro trabajo cada vez más. Escribir es un proceso y es normal que tengamos subidas y bajadas.  A escribir se aprende escribiendo; y nunca dejamos de aprender.